miércoles, 10 de mayo de 2017

HISTORIA

El Carnaval Andino de Negros y Blancos hunde sus raíces en el pasado remoto de los pueblos que contribuyeron a conformar las comunidades del Altiplano Nariñense, en el Valle de Atríz, asiento de la Ciudad de San Juan de Pasto, donde tiene lugar el carnaval del 4 al 6 de enero de cada año. Las raíces americanas nacen en las celebraciones milenarias de la etnia que habitaba el Valle de Atríz, que se realizaban con el fin de dar gracias al padre Sol a la Madre Luna, a la Pacha Mama y a las deidades tutelares como el Taita Urcunina (Volcán Galeras) por poder criar la vida, por las cosechas y al mismo tiempo pedir por un nuevo ciclo de prosperidad.

En las laderas del Taita Urcunina se reunían las comunidades asentadas en las regiones aledañas, para realizar ritos de limpieza y agradecimiento de acuerdo al calendario solar, en las fechas de los equinoccios y los solsticios. Estas celebraciones estaban a cargo del personaje principal de cada núcleo familiar, quien cumplía no solo las funciones de cabeza de grupo, sino al mismo tiempo era el sabedor y oferente de los alimentos en las fiestas que con motivo de los rituales se celebraban en cada ocasión. 


Vestigio de estas celebraciones las encontramos hoy en día en las veredas y corregimientos que rodean a San Juan de Pasto; las que se realizan en las vísperas de los solsticios o de los equinoccios, como es el caso de las Fiestas de San Pedro, en donde la principal actividad son los “Castillos de las Guaguas de Pan” (muñecas y muñecos elaboradas en harina de trigo); estos se arman con frutas, productos agrícolas, animales y las guaguas.  


Los Castillos de Guaguas de Pan, año tras año, se arman a partir de la devolución de los productos, que las personas solicitaron el año anterior y devuelven agregando el doble de lo pedido en el año anterior, en un accionar del dar para recibir, actividad característica de los Andes. Estos castillos se ofrecen a los santos patronos, con el fin de lograr un año de prosperidad, al darle lo mejor de las cosechas; como en el pasado se le ofrecía a la Pacha Mama por medio de la boca del Taita Urcunina, el que permitía devolver lo mejor de lo obtenido en las cosechas y de los animales, a la madre naturaleza, para que ella volviera a fertilizar la tierra y se lograran los alimentos necesario para criar la vida en el nuevo ciclo. 


Las celebraciones iban acompañadas del consumo de alimentos y de chicha, bebida de los dioses, que se preparaba con el maíz de las zonas cálidas, y con otros productos los cuales obtenían por medio del intercambio con los grupos de las zonas cálidas.


Otro aspecto sobresaliente de estas celebraciones, que permite descorrer en el tiempo, el origen prehispánico de los carnavales, es la presencia de danzantes, músicos y personajes principales en los rituales de ofrecimiento a las deidades; ellos servían de intermediarios entre las comunidades y los seres tutelares; previo el ofrecimiento de las ofrendas, se realizaban rituales, en donde las danzas eran el medio de obtener los estados de purificación necesarios para poder ofertar los productos a la pacha mama. Los grupos de danzantes estaban conformados por hombres, quienes representaban tanto a las mujeres como a los hombres de las comunidades en los rituales; para ello llevaban prendas femeninas y masculinas.


La danza los purificaba, lo que les permitía poder ofertar los productos a la Pacha Mama a nombre de los habitantes de la zona. Hoy en día los danzantes siguen cumpliendo el mismo papel, como herencia del pasado que se ha mantenido a lo largo de la historia de estas comunidades, pasado que se puede rastrear durante la colonia, cuando los curas de los pueblos se quejaban de las borracheras de los danzantes que salían a celebrarle la fiesta al santo o a participar de las fiestas religiosas como el Corpus Christi “Tan débiles son las razones, con que el procurador general de ese cabildo pidió la suspensión de mi orden, sobre evitar que en lugares de dar culto al señor, los indios danzantes, continúen una fiesta bacanal, y se liberten de los muchos gastos que en ellas emprenden, con vergonzosos revelo con que V.S. la apoya. 


Mas no obstante por una reflexión política que me incomoda sobre manera convengo en que por ahora no se publique el bando, y haciendo a V.S. continúe en este año, la condescendencia de las anteriores, y posteriores indiferencias, convengo en que se haga las danzas; pero llamándose anticipadamente por los alcaldes ordinarios, a los gobernadores de los pueblos, y a cualquier indio que se encuentre ebrio, públicamente antes, o después de la función, se le ha de aplicara la pena….” (A.H.P. Caja 9 Año 1800- 1808).






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